la FLA
Me gusta visitar la casa. Aunque tenga que atravesar la ciudad de punta a punta, soportar el ritmo cansino del bondi y una hora de tráfico aberrante.
Seguramente, el barrio me remonta a la infancia y a olores de abuelo con tinte de estación ferroviaria.
La nostalgia suele ser un poderoso imán, pero detrás de las excusas hay una ventana abierta al corazón del edificio.
Siempre secretamente pero siempre, me sentí a salvo entre ellos. Los desconocidos amables. Los extraños confiables. Los condenados, queribles y asiduos trashumantes.
Afuera, alrededor, en todas partes, dicen las acusaciones que Constitución es una de las zonas más peligrosas de la capital. Que la ilegalidad y la violencia atracan a oscuras a los débiles, y allí, en la negrura de la noche, la puerta de historia y madera no tiene llave y pocas veces se cierra.
Es difícil buscar palabras para definir lo que me pasa. Pocas veces me siento a gusto en alguna parte y hay algo que no pueden darme quienes no comparten de verdad mi sensación: de ser nada.
Entre ellos soy nada y es estar otra vez en el paisaje. Un paisaje sin prisa formado por tantos nadies como quepan en el patio, las bibliotecas o el salón.
Tal vez la conciencia de ser humano sea un germen contagioso enquistado en las paredes antiguas.
Tal vez la penumbra del galpón hipnotiza al visitante administrando a cuentagotas cada dosis de utopía.
O los blasones rojinegros soporizan el aire y es posible despertarse y soñar
Me gusta visitar la casa. Y guardarme el misterio de sus estrellas fugaces, como ramos de brasa para blandirlas a solas, cuando la vida me alcanza y la rutina, el fastidio, el cansancio son un síndrome : REAL
mhieL
Seguramente, el barrio me remonta a la infancia y a olores de abuelo con tinte de estación ferroviaria.
La nostalgia suele ser un poderoso imán, pero detrás de las excusas hay una ventana abierta al corazón del edificio.
Siempre secretamente pero siempre, me sentí a salvo entre ellos. Los desconocidos amables. Los extraños confiables. Los condenados, queribles y asiduos trashumantes.
Afuera, alrededor, en todas partes, dicen las acusaciones que Constitución es una de las zonas más peligrosas de la capital. Que la ilegalidad y la violencia atracan a oscuras a los débiles, y allí, en la negrura de la noche, la puerta de historia y madera no tiene llave y pocas veces se cierra.
Es difícil buscar palabras para definir lo que me pasa. Pocas veces me siento a gusto en alguna parte y hay algo que no pueden darme quienes no comparten de verdad mi sensación: de ser nada.
Entre ellos soy nada y es estar otra vez en el paisaje. Un paisaje sin prisa formado por tantos nadies como quepan en el patio, las bibliotecas o el salón.
Tal vez la conciencia de ser humano sea un germen contagioso enquistado en las paredes antiguas.
Tal vez la penumbra del galpón hipnotiza al visitante administrando a cuentagotas cada dosis de utopía.
O los blasones rojinegros soporizan el aire y es posible despertarse y soñar
Me gusta visitar la casa. Y guardarme el misterio de sus estrellas fugaces, como ramos de brasa para blandirlas a solas, cuando la vida me alcanza y la rutina, el fastidio, el cansancio son un síndrome : REAL
mhieL
4 comentarios
mhieL -
Gracias por responder y por otra bienvenida... y por la visita guiada entre altillos y libros!
mhiel -
¿te acordás quién invitó a quién a ese taller?
te estamos esperando!!!!
besos
edgar -
Bienvenida.
zoroastros -