Estoy quieta.
Demasiado quieta. Como el sigilo que antecede y corona una tormenta.
Y ya no sé por qué, ni siquiera se me afloja una lágrima.
Sospecho, que una parte de mí, se escuda del dolor y va forjando la cáscara de a poco.
Una cáscara que amenaza apartarme del paisaje y encerrarme bien lejos de éste mar de incertidumbres.
Te kiero.
Eso no cambia.
Es un sentimiento arraigado y tan intacto que me asusta y hace eco, de la prisa
de la letanía
del encierro, que intento procurarme para mí.
Porque, ya no sé cómo seguir. Ni hacia a dónde.
Todo duele demasiado.
Esperar, caminar, estancarse, soñar, proyectar, respirar
Entonces imagino que es hora de olvidar, de juntar harapos y acariciar recuerdos, con la constancia de un sol tibio de invierno, de esos que van decolorando muy de a poquito los días y los tiñen de nostalgia y frío y blanco.
Quiero creer que las heridas cicatrizan con el tiempo.
Antes, sabía que era cierto. Pero nunca había intentado enterrar un corazón.
Tengo la pala del olvido en una mano y tres años de escombros enfrente de mí, inmóviles
Y no sé
si puedo detener este instinto desbordado, de pedirte que me ayudes
a morir.
mhielrOjA
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