Piedras al tren
Las ciudades acumulan miserias como árboles anillos. Concéntricos laberintos de lástimas se van sumando a medida que las vías se acercan o se alejan de los núcleos urbanos. Y los contornos se disuelven de luces y se licúan de harapos, niños, chapas, perros, pies, latas, caras, piedras, manos.
Piedras. Manos
Manos. Piedras.
Los que consumimos andenes como golosina tierna, sabemos que hay conjunciones dolorosas y leemos vidrios rotos de historias vivas y esperanzas muertas.
Siempre. Casi siempre, el guarda recorre pasillos y da la voz de alarma: -Bajen las persianas por favor-
Si la experiencia no falla y nunca sucede, en minutos seguidos se desata la tormenta. Y hay quienes alcanzan a preguntar los porqués justo a tiempo para esquivar el golpe. Y hay quienes nunca osarán volver a abrir una ventana. Y quienes seguimos la rutina de ida y vuelta con pena en los labios vacíos.
Llueven piedras a cada lado del vagón de todos los vagones de todos los trenes del paisaje.
Lluvia artificial de voluntad sin tregua. Lluvia natural de injusticias no saldadas.
Las piedras golpean sin pensar.
Los pensamientos rajan ventanillas.
Los cristales se rompen en astillas.
Cada esquirla es un niño que se va
Y adentro somos una masa heterogénea de carnes agriadas. Nunca una actitud caliente. Pocas veces la sonrisa. Jamás un entender(nos)
En apenas unos pocos minutos, estamos expuestos a ser nosotros mismos. Se desnuda la humanidad en la vigilia y la realidad cobra el sentido más espeso.
Le pregunté a K, -¿Por qué tiran piedras al tren?- para saber qué piensa. Y me miró casi seguro, como si ya hubiese hecho su análisis muchas veces antes de hoy, de éste viaje o de cualquier otro.
-Porque el tren lleva gente de vacaciones. Ellos jamás tendrán un veraneo. Tienen rabia y sólo piedras. Es su manera de decirnos: estamos acá-
y yo me quedé pensando. Pensándolo. Viendo a esas otras personas en el mismo vagón. Algunos adultos con familia, alardeando de las bajezas del populacho. Algunos chicos vociferando ¡putos! y ¡villeros! a más chicos apenas diferentes y tan iguales y tan nuestros, del otro lado de una persiana y un mundo.
Y me quedé escuchando a la señora que les decíassshhhhhh con un dedo en la boca, mientras el marido panza de escuerzo y cigarrillo, festejaba con la proeza infantil.
Y escuché con atención a la anciana que rezaba un pobre gente, empapada en paños de caridad serena.
Y observé también con guiño de ojo, a ese punki gigantesco, que osó elevar su persiana, abrir el vidrio y sacar su medio cuerpo para ir saludando con palmas y gestos sencillos al villerío, a los curiosos y a los sorprendidos tiradores de piedras
Extraño es éste mundo . Donde unos y otros creemos saber lo que jamás sabremos y especulamos, y teorizamos, y escribimos
Volví a interrogar a K, mi observador más cercano, -¿Por qué los de adentro tienen esa actitud de mierda?-
-Es miedo a convertirse un día en ellos de afuera, me parece, miedo a ser pobres. Como supuestamente son civilizados y cultos no devuelven las piedras. Cierran las persianas y se defienden ignorándolos . Que es como matarlos definitivamente -
Cuestión de clases . Podría ser. Pero, se me ocurre imaginar, que no hay un definitivamente para la marginación y no lo habrá
Mientras existan piedras y manos.
Mientras alguien desafíe el folklore del silencio.
Mientras pongamos el cuerpo como garantía de cambio.
Mientras haya viajeros despiertos.
Mientras quepan ilusiones.
Mientras detrás de la piedra en la mano, afloren sonrisas más allá de raíles, barreras o estación
m + hieL
Escrito en bitácora de viaje
Piedras. Manos
Manos. Piedras.
Los que consumimos andenes como golosina tierna, sabemos que hay conjunciones dolorosas y leemos vidrios rotos de historias vivas y esperanzas muertas.
Siempre. Casi siempre, el guarda recorre pasillos y da la voz de alarma: -Bajen las persianas por favor-
Si la experiencia no falla y nunca sucede, en minutos seguidos se desata la tormenta. Y hay quienes alcanzan a preguntar los porqués justo a tiempo para esquivar el golpe. Y hay quienes nunca osarán volver a abrir una ventana. Y quienes seguimos la rutina de ida y vuelta con pena en los labios vacíos.
Llueven piedras a cada lado del vagón de todos los vagones de todos los trenes del paisaje.
Lluvia artificial de voluntad sin tregua. Lluvia natural de injusticias no saldadas.
Las piedras golpean sin pensar.
Los pensamientos rajan ventanillas.
Los cristales se rompen en astillas.
Cada esquirla es un niño que se va
Y adentro somos una masa heterogénea de carnes agriadas. Nunca una actitud caliente. Pocas veces la sonrisa. Jamás un entender(nos)
En apenas unos pocos minutos, estamos expuestos a ser nosotros mismos. Se desnuda la humanidad en la vigilia y la realidad cobra el sentido más espeso.
Le pregunté a K, -¿Por qué tiran piedras al tren?- para saber qué piensa. Y me miró casi seguro, como si ya hubiese hecho su análisis muchas veces antes de hoy, de éste viaje o de cualquier otro.
-Porque el tren lleva gente de vacaciones. Ellos jamás tendrán un veraneo. Tienen rabia y sólo piedras. Es su manera de decirnos: estamos acá-
y yo me quedé pensando. Pensándolo. Viendo a esas otras personas en el mismo vagón. Algunos adultos con familia, alardeando de las bajezas del populacho. Algunos chicos vociferando ¡putos! y ¡villeros! a más chicos apenas diferentes y tan iguales y tan nuestros, del otro lado de una persiana y un mundo.
Y me quedé escuchando a la señora que les decíassshhhhhh con un dedo en la boca, mientras el marido panza de escuerzo y cigarrillo, festejaba con la proeza infantil.
Y escuché con atención a la anciana que rezaba un pobre gente, empapada en paños de caridad serena.
Y observé también con guiño de ojo, a ese punki gigantesco, que osó elevar su persiana, abrir el vidrio y sacar su medio cuerpo para ir saludando con palmas y gestos sencillos al villerío, a los curiosos y a los sorprendidos tiradores de piedras
Extraño es éste mundo . Donde unos y otros creemos saber lo que jamás sabremos y especulamos, y teorizamos, y escribimos
Volví a interrogar a K, mi observador más cercano, -¿Por qué los de adentro tienen esa actitud de mierda?-
-Es miedo a convertirse un día en ellos de afuera, me parece, miedo a ser pobres. Como supuestamente son civilizados y cultos no devuelven las piedras. Cierran las persianas y se defienden ignorándolos . Que es como matarlos definitivamente -
Cuestión de clases . Podría ser. Pero, se me ocurre imaginar, que no hay un definitivamente para la marginación y no lo habrá
Mientras existan piedras y manos.
Mientras alguien desafíe el folklore del silencio.
Mientras pongamos el cuerpo como garantía de cambio.
Mientras haya viajeros despiertos.
Mientras quepan ilusiones.
Mientras detrás de la piedra en la mano, afloren sonrisas más allá de raíles, barreras o estación
m + hieL
Escrito en bitácora de viaje
2 comentarios
m -
reanudamos los caminos desde aquí, cargando con mi vicio, el vicio que ha desplegado sus raíces de sufrimiento en mi costado, desde que tuve uso de razón"
Rimbaud
siempre trans-terrada y a destiempo,
y a veces casi inmóvil... como los árboles.
miel rojA
GRACIAS PERE por estar por aquí
Pere -
-¿Y esa sensación de haber llegado siempre tarde, y de que se te debe algo?
-La vida o uno mismo, ya está bien de andar siempre transterrado!
Vale, roja, a pesar de los 54 tacos del alma vieja, aquí te pasmo un corolario de Lionel Ray en versión del pere...
ELOGIO DE LO EFÍMERO
Nada hay más
Simple
Que el sol.
Ni siquiera la suave lluvia Ni el viento ligero
Ni la noche que existe sin respuesta
Ni la leyenda olvidada de las fuentes.
Hay, sin embargo, Imperfección en el mundo
Y sólo les árboles quedan
Inmóviles.