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un viaje a la nada

Solsticio

Solsticio Cuando yo era pequeñita (hace muuuucho tiempo), celebrar la navidad era un juego que rozaba muy de cerca un encuentro con la magia. Porque siempre es tierno imaginar al súper héroe convertido en lo más cándido de nuestra triste humanidad. Y siempre es inquietante despertar del letargo con promesas de un futuro mejor.
Pero algunos crecemos lejos de la fe, esa misma que es ciega al nacer, como un cachorro y que de pronto abre los ojos para descubrir que el mundo visible no es negro ni brillante, sino transparente… como la percepción individual sepa o quiera traducírnoslo.

Descubrí en cada parpadeo, que no puedo creer en aquello que no soy capaz de sentir… y que no puedo sentir lo que no me conmueve. Y no me conmueve una fe masificada. No me conmueve una traición milenaria. No me conmueve la mentira institucionalizada y no me conmueve la soberbia del niño trueno que quiso ser estandarte y conquistar: resucitando… la eternidad.

Cuando ya no era tan chica (y todavía hace bastante), aprendí que la natividad había existido como celebración astronómica miles de años antes de la civilización occidental. Aprendí que era el momento en que la trayectoria del astro rey más se alejaba del planeta y que en su honor se aclamaba a la dicha del hambre saciada en las cosechas y se exorcizaba el mal.

Aprendí también que era vital para un cristianismo en decadencia apoderarse de esa fecha de fervor pagano y que la historia está plagada de punta a punta y de hemisferio en hemisferio, de vírgenes pariendo hijos pródigos; de hombres dioses que gobiernan el espíritu comunal y de mártires rituales crucificados en maderos santos.
Aprendí que en el ciclo imperioso del trascender… siempre hubo y habrá muertos desgarrados, capaces de ascender a los cielos o descender al infierno.

Cuando era joven (que no es hoy), descubrí que no tenía sentido rebelarme al corazón humano. Porque creo en la libertad y en la sed del individuo de relacionarse con aquello que lo vuelve “especial” y “diferente”.
Los hombres primitivos eran seres religiosos. Somos seres religiosos aún sin religión. Por eso no juzgo al creyente pero sí la necedad … que niega el lucro insaciable de una iglesia lujuriosa. Que no mira al prójimo sino en la frialdad de un mandamiento. Que repite de memoria el rezo hueco de contenidos. Que reniega de la luna porque llama al deseo. Que es cómplice del hierro porque acelera el perdón. Que da la espalda a la injusticia porque es designio… de dios…

Cada vez que raya diciembre….. mientras las calles se visten de gloria, los pobres se vuelven más pobres y los ricos se revuelcan en sus riquezas….Cada vez que las familias se unen y se desunen de alcohol y falsas promesas…. Cada vez que se mide en pesos el cariño compra y venta…. Cada vez que estalla un petardo y es la muerte en una guerra…. Cada vez que cruzo a esos fieles, en la puerta de una iglesia… le doy gracias al dolor por mantenerme despierta

“Mi religión es el amor”, dijo el poeta… y en éste caso el hechizo, detrás de cada pesebre…. Y el recuerdo más salvaje de algún solsticio invernal…

FELIZ NAVIDAD para los que saben creer
FELIZ EXISTENCIA para los escépticos
FELIZ SOLSTICIO de VERANO para los que vivimos el globo…. Al Revés

mheL

3 comentarios

Pere (en poesiasalvaje) -

Pere
Enviado: 01 de Enero de 2005, a las 13:09

Tuyo es, más, tú más: piel roja junto al olmo de río con vasija de miel.
Ánfora, semilla: tú. Y, si quieres, salinas. Pedro, él, tú. La voz a ti debida. Seguro Azar.
Miel frente a la iracundia de hiel y sinsentido, jrj.
Ahmel.
Amiel.
Roja.

mhieL -

29 de Diciembre de 2004, a las 05:00

sacralidad profana
como el espíritu mismo
de la especie humana

somos tierra
y las mareas que pujan
vida sobre vida
donde cabe nada

somos viento
y huracán o resuello
sobre la piedra basal
de las mañanas

...

Gracias Pere
extrañaba tus deliciosas palabras

y lo de miel roja... también
un beso

Pere (en poesiasalvaje) -

“Mi religión es el amor”, dijo el poeta… y en éste caso el hechizo, detrás de cada pesebre…. Y el recuerdo más salvaje de algún solsticio invernal…

Hermosa cadencia la de tu prosa, acompañada de reflexión tan humana como antigua, casi de nuevo sacra, pero sacralidad profana. La de los auténticos sacerdotes de Natura. Y, conmovido, por el final de tu prosa reflexiva natalicia, aún estoy enganchado con el "hechizo detrás de cada pesebre": un amorcito para esta Navidad tan pelanas o superflua te deseo de corazón, tino y trino.
Salud, miel roja.