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un viaje a la nada

el viaje

el viaje El verde fresco de los valles me abrió el telón raído con que encerraba mi luz. El aire era liviano y hacía que los pasos se agilizaran, trepando pendientes de vereditas pedrosas, que se perdían misteriosas en el filo frontal del cerro. Pocas casas. Vacías. De moradores que venían a ocuparlas los meses de calor, o algún feriado largo, o menos. Todas parecidas y diferentes. Refaccionadas.
Modernizadas apenas, guardaban el encanto de lo que se atesora en el tiempo para admirarlo despacio.

No era mes de caminantes y la aldea, como una maqueta estanca, delataba tres, y hasta cuatro fuegos, humeando blanquecinos, desparramados en tandas. Cada puerta habitada, nos recibía con festejos, recuerdos, parecidos, o distancias. Y en cada una se nos invitaba con algo. Pan caliente. Queso de cabra. Sidra artesanal. Algún fruto del huerto... que nuestro bolso iba cargando mas amplio que el estómago, ya repleto.

En cada parada hablaron de mi papá con cariño entrañable. Me contaron anécdotas de su niñez traviesa y alocada. Me halagaron mi parecido a él. Me dieron la bienvenida...

de la novela Rojo Sacramento
(la llegada de Milu a Asturies) Porque de pronto, mi mente se voló a ese viaje.

mhieL

2 comentarios

mheL -

la verdad, nenita...
mas que ganas es necesidad de salir de todo lo que se y lo que conozco... es imperiosa necesidad de encontrarle algún sentido a esta cosa mecánica y absurda de respirar

y no se si el viaje que yo quiero es a Asturies, al Himalaya o al reino de Nunca Jamás

pero igual, esperame que si puedo... en alguna nevada de otro invierno, estaré por allá

besos, libélula

marian -

sera que a lo mejor estas con mas ganas de las q pensabas de venirte pa estos pagos???
ojala, y x aca te espero...