luz de luna
Te escribí una carta hoy. Una carta de papel verde como esa esperanza que brotó de tus manos de semilla y que dejé caer en el cieno de mi campo más agreste.
Pero
Sé que nunca voy a dejar que leas, ni una sola de todas las palabras. Porque son ortigas y cardales. Porque son espinas buscando sangrarte y diez mil excusas de pétalos rancios y ningún perfume que te hable de mí.
Sé que jamás voy a enviarte ese ejército, de razones grises para que te marches.
Pelean a muerte en mis ojos, las noches, contra el día claro de la realidad. Y se rebelan de frío mis fantasmas. Desarman barricadas las sombras de los sueños. Me duele la piel de esta guerra de guerrillas, cada vez que el sol me despierta prisionera en una tierra sin bosques, para reflejos de amor
Llevo el cepo en cada idea.
Una celda de cemento circular, que a veces se inunda de rutina y relojes y vacío de esperas amarillas de un verano que no cede y seca; me extingue gota a gota las lágrimas nocturnas, de tu mar.
Sé que no quiero arrastrarte a mi orilla, donde el cielo truena o resquebraja fantasías. Y me siento verdugo y oigo en eco las cadenas, con las que deseo hundirme para no escapar(te) más
Si te llega una tarde, mi sobre verde, no lo rompas.
Será que habré aceptado la derrota y en una lápida de nieve, el rostro más harpío de la luna te dirá
yace en éste claro
la que dejó de soñar
mheL
Pero
Sé que nunca voy a dejar que leas, ni una sola de todas las palabras. Porque son ortigas y cardales. Porque son espinas buscando sangrarte y diez mil excusas de pétalos rancios y ningún perfume que te hable de mí.
Sé que jamás voy a enviarte ese ejército, de razones grises para que te marches.
Pelean a muerte en mis ojos, las noches, contra el día claro de la realidad. Y se rebelan de frío mis fantasmas. Desarman barricadas las sombras de los sueños. Me duele la piel de esta guerra de guerrillas, cada vez que el sol me despierta prisionera en una tierra sin bosques, para reflejos de amor
Llevo el cepo en cada idea.
Una celda de cemento circular, que a veces se inunda de rutina y relojes y vacío de esperas amarillas de un verano que no cede y seca; me extingue gota a gota las lágrimas nocturnas, de tu mar.
Sé que no quiero arrastrarte a mi orilla, donde el cielo truena o resquebraja fantasías. Y me siento verdugo y oigo en eco las cadenas, con las que deseo hundirme para no escapar(te) más
Si te llega una tarde, mi sobre verde, no lo rompas.
Será que habré aceptado la derrota y en una lápida de nieve, el rostro más harpío de la luna te dirá
yace en éste claro
la que dejó de soñar
mheL
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